Paseando entre los estantes de la biblioteca no reconocí, en un primer momento, el nombre de Ildefonso Falcones. Pero en cuanto asocié La Mano de Fátima a la La Catedral del Mar, novela situada en el mismo estante a su izquierda, la elección estaba tomada. De otro modo no hubiera sido ni más rápida ni más sencilla.



