El libro de la semana viene recomendado por el boca a boca y, a pesar de que es un libro de La Guerra Civil Española, un tema que no es de mi devoción, me ha gustado tanto que, ahora me toca a mí recomendar la lectura de A sangre y fuego. Héroes, bestias y mártires de España, del escritor y periodista fallecido Manuel Chaves Nogales. Publicado como libro por primera vez en Chile.
La versión original es una recopilación de nueve relatos (A lo lejos una lucecita, La gesta de los caballistas, La columna de hierro, Bigornia, Masacre, El tesoro de Briesca, Los soldados marroquíes, Viva la muerte, y El consejo obrero) a los que hay que añadir dos más (El refugio y Hospital de sangre) en su edición completa, que fueron enviados por Chaves a la revista cubana Bohemia y a la mexicana Sucesos para todos a finales de 1937, y que forman parte del mismo ciclo.
A Sangre y Fuego se ha convertido en el libro más representativo y reeditado de Manuel Chaves Nogales y también una de las obras capitales de la caudalosa, casi inabarcable narrativa sobre la Guerra Civil Española. Narrados entre 1936 y 1937 en varias revistas internacionales, en los que cuenta de primera mano hechos verídicos que ocurrieron durante la contienda.
Mi opinión
Me he tomado unos días después de leer el libro para rumiar esas ideas que fluyen a raudales de las páginas de A sangre y fuego, una recopilación de relatos escritos desde el exilio, Francia, por un periodista, autodenominado «pequeño burgués liberal» que se quedó en su puesto de trabajo cumpliendo su deber profesional cuando un Consejo Obrero desposeyó al propietario de la empresa periodística en que trabajaba y se atribuyó sus funciones.
«Yo, que no había sido en mi vida revolucionario, ni tengo ninguna simpatía por la dictadura del proletariado, me encontré en pleno régimen soviético. Me puse entonces al servicio de los obreros como antes lo había estado a las órdenes del capitalismo» y acabó huyendo cuando «tuvo la convicción de que todo estaba perdido», es decir, cuando fue considerado persona non grata por unos y otros.
«De mi pequeña experiencia personal, puedo decir que un hombre como yo, por insignificante que fuese, había contraído méritos bastantes para haber sido fusilado por los unos y por los otros»
«En mi decisión pesaba tanto la sangre derramada por las cuadrillas de asesinos que ejercían el terror rojo en Madrid como la que vertían los aviones de Franco, asesinando mujeres y niños inocentes»
A Sangre y fuego. Héroes, bestias y mártires de España, es un libro a medio camino entre la crónica y el relato con un cierto toque poético. Los escenarios de los relatos son variados Madrid, Sevilla, la costa Levantina, la Sierra de Gredos, Valladolid, y Bilbao. Los personajes son numerosos y efímeros, por lo que en esta ocasión no voy a mencionar sus nombres. Pero si hay algo que se distingue claramente en todos ellos es la crueldad, la estupidez y la sinrazón de la que no se libraba ningún bando.
«Ni blancos ni rojos tienen nada que reprocharse. Idiotas y asesinos se han producido y actuado con idéntica profusión e intensidad en los dos bandos que partieron España».
El primero de los relatos, Y a lo lejos una lucecita, narra el espionaje descubierto por las filas republicanas y cómo, poco a poco, desenmascara un entramado de espías desde el centro de Madrid hasta las afueras. Y desde aquí, pasamos a ver la guerra desde otro prisma, el de los señoritos andaluces con La gesta de los caballistas, en que cambia del bando, pero sin dejar ese final inesperado que cierra con un broche. A continuación, nos muestra lo más sórdido de la guerra con La columna de hierro formada por desertores de los frentes de Teruel y Huesca, que con el pretexto de limpiar la retaguardia de fascistas emboscados cometían abusos y crímenes. Eran la mejor propaganda fascista.
«… iban aquellos hombres por pueblos y aldeas matando y saqueando a su antojo, sin que las escasas fuerzas del orden público de que disponían las autoridades pudiesen hacerles frente».
Este mismo punto de vista comparte con otros de sus relatos como: El tesoro de Briesca, (uno de los que más me han gustado), en el que enseña la incomprensión de la guerra desde los ojos del artista, al comprobar cómo el pillaje y el odio era más fuerte que el hecho de mantener el patrimonio artístico.
«imaginar a medio millón de hombres, incultos y armados que pudiesen impunemente dar plena satisfacción a sus más bajos instintos, sin ningún riesgo, ni temor a sanción».
Continúa en Masacre denunciando cómo una mínima acusación se tenía por válida para condenar a alguien, incluso dentro de la misma casa.
«La vida humana había perdido en absoluto su valor«.
Asimismo, pone de relieve el papel de los militares que se quedaron en el bando republicano y «sucumbieron en el empeño insensato de convertir en soldados a unos hombres que se alzaban en armas contra militares».
En El consejo obrero, otro de los relatos que más me han gustado, el protagonista es un trabajador de una fábrica que no duda en denunciar los tejemanejes del sindicato («Ellos necesitan las plazas para los parados del sindicato, para los suyos, para sus protegidos. Y a lo mejor te matan para que haya una vacante«). En definitiva, «Ni la guerra ni la revolución habían traído por ellos grandes mudanzas«. Para finalizar el relato, mostrando cómo una parte de la población, la más sensata, alejada de ambos bandos, solo tenía intención de vivir en paz, pero su destino estaba escrito en rojo.
«Y murió batiéndose por una causa que no era la suya. Su causa, la de la libertad, no había en España quien la defendiese»
En Bigornia se centra en la vida de un republicano recio, un ogro convertido en proletario metalúrgico que, a pesar de sus férreas ideas, en determinado momento reniega de la lucha obrera con un: «Aquí me encontrarán cuando les dejéis entrar. Yo no defiendo mas que esto, mi casa, mi mujer, mis hijos«.
La promesa de saqueo alimentó a lo más granado de otros países a tomar parte de la guerra y así dedica un relato a Los soldados marroquíes. En Viva la muerte censura ese lado salvaje e inhumano que desata la guerra, en este caso por parte de los fascistas
«Aquellos no eran seres humanos, eran fieras. Lo que han visto mis ojos ni se había visto antes ni se verá jamás«.
Ridiculiza a uno de estos personajes con su descripción «un curioso complejo de inferioridad nacional le hacía reaccionar salvajemente contra todo lo que no fuese típicamente español con una delirante xenofobia…»
Pero, sobre todo, no hay que olvidar la gran masa que formaba parte de esa guerra: la población inocente y así lo muestra en El refugio un relato angustioso y desgarrador que parece referirse a Guernica (Gernika). Finalmente, cierra con Hospital de sangre, en el que incluye otro actor en la escena, las monjas. Aunque, ha dado alguna pincelada anterior con la mención de curas que cogían armas y se ponían a disparar desde el campanario, aquí ha hecho una alabanza a las monjas vocacionales, que cuidaban a los enfermos en los hospitales religiosos.
«Mi fe, cada día más firme me aparta más y más de los que en nombre de Dios cometen tales crímenes y me aproxima los desgraciados e ignorantes de Él. (…) Que Dios ponga acierto en sus decisiones para que nos libre pronto de este infierno».
Me gustaría dejar patente mi admiración por este autor, que supo mantener la distancia al ver las barrabasadas y tropelías que se cometían a su alrededor y no perder la cordura o morir de desesperación, dolor, rabia y frustración.
Para finalizar, es difícil escoger una cita, y cualquiera de las anteriormente mencionadas tienen fuerza propia, pero me he rendido ante ese certero pronóstico plasmado en el prólogo:
«Llegará un gobierno dictatorial que con las armas en la mano obligará a los españoles a trabajar desesperadamente y a pasar hambre sin rechistar durante veinte años, hasta que hayamos pagado la guerra».
Libro: A sangre y fuego. Hechos, bestias y mártires de España.
Autor: Manuel Chaves Nogales
Categoría: Narrativa/Relatos/Histórica
Recomendación: Parece que con el tiempo la historia va teniendo el color que le quieran dar los partidarios de uno y otro bando, por lo que, creo que ese prólogo debería ser lectura obligatoria en las escuelas y no esa educación partidista que se facilitando hoy en día dependiendo de la CCAA en la que se resida, porque sin conocer la historia estamos abocados a repetirla. Al menos que los errores del pasado valgan para nuestro aprendizaje.