Mi pequeñín no ha dejado de piar desde que era apenas un bebé. De ahí que le llame pajarito. Ahora ya tiene dos añitos y es como un pequeño loro, retransmite y reproduce todo cuanto ve u oye a su alrededor. Es más, posee la vena comercial de su padre, pues negocia hasta la hora de la siesta. Todos los días la misma cantinela, que ha tomado como rutina, repitiendo día y noche, siendo la siguiente escena que detallo a continuación una de tantas otras:
– Es hora de dormir -le digo, tratando de mostrarme firme.
– Nooo.



