Archivo de la categoría: Anécdotas divertidas

El día a día se plaga de anécdotas desde que nos levantamos, a veces con el pie izquierdo, hasta que llega el ansiado momento de acostarnos y disfrutar de unos lindos sueños. Todas aquellas anécdotas de hechos insólitos, vivencias disparatadas y absurdas experiencias, las plasmaré con unas líneas para haceros disfrutar de los extraños sucesos que me acontecen.
Os relataré las más divertidas e insólitas con el fin de entreteneros y divertiros.
Hope you enjoy!

Ese ruido

Esta semana os dejo un relato de mi cosecha y una encuesta al final para que lo valoréis. Espero que os guste.

 

Estoy completamente exhausto. El día ha sido agotador. No he parado ni un momento. Mis extremidades sienten la pesadez de tantas horas en pie y nada más aproximarme a la cama, caigo rendido. En cuanto mi cuerpo siente el mullido colchón bajo el peso de mi cuerpo, se relaja. Pero, a pesar de que mi cuerpo descansa, mi cerebro tiende a seguir trabajando. Inevitablemente persiste en la idea de arreglar los problemas que me han surgido durante el día. Cierro los ojos con fuerza y respiro profundamente con la intención de alejar las preocupaciones. Los ejercicios de respiración consiguen que poco a poco deje la mente en blanco y me sumerjo en una situación de duermevela que me atrapa. Mis músculos se aflojan y la respiración va tornándose en una melodía lenta y pausada que me acuna.

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Samaná – En busca de ballenas

Hace unos años acudimos en un viaje en familia, como los de antaño. Padres e hijos. Carretera y manta. Mejor dicho, avión y bañador para disfrutar apenas una semana de vacaciones en Samaná, al norte de la República Dominicana, en mitad del Caribe, donde existe una pequeña zona en la cual las ballenas varan durante el invierno y comienzan su viaje hacia aguas más cálidas antes de llegar la primavera.

Samaná es un territorio virgen. Grande y frondosa vegetación que alberga naturaleza en estado puro. En contraposición al sur, donde se encuentran la mayor parte de los hoteles y la explotación hotelera ha decidido el resto.

samana1Recuerdo que llegamos a media mañana y tras conocer las instalaciones nos decantamos por la playa, buscando ese pequeño reducto de paz que ofrece la visión de los vaivenes de las olas. Una hamaca. Una bebida de esas que solo hace falta menear la pulserita de la muñeca (all inclusive), que dice lo mismo en todos los idiomas: pasen y beban.

Y tumbadita en la hamaca a descansar, eso sí, siempre con un buen libro en las manos.

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Pasos de cebra atípicos

Es posible que tengamos superávit, aunque en estos tiempos que corren lo dudo. Soy más partidaria de la opinión de que el concejal de urbanismo tiene mucho tiempo libre que dedica a pensar cómo gastarlo (su tiempo y el dinero de todos). Eso explicaría el por qué durante los últimos doce meses se han cambiado el sentido de al menos ocho calles, se han pintado pasos de cebra de colores. Hecho insólito donde los haya. Y la mitad del asfalto del pueblo se haya levantado. Incluyendo la proliferación de badenes en tan reducido espacio.

Cruce (2)El otro día descubrí otro cambio cuando iba a cruzar la calle. Me quedé como un mimo, quieta con un pie en alto, dilucidando cuál sería el camino idóneo, porque de la noche a la mañana había aparecido otro paso de peatones en sentido oblicuo.

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Urbanita

Mi sobrino ha pasado unos días de vacaciones en casa. Nuestra cercanía con la gran ciudad pasa desapercibida a diario, pero ha sido el pequeño el que me ha recordado que al fin y al cabo, vivimos en un pueblo. Pueblo grande que poco se asemeja a aquel en el que yo veraneaba de pequeña. Aquella pequeña aldea en la que estaba habituada a ver todo tipo de animales: mariposas, mariquitas, lagartijas, ovejas, cabras, abejas, perros y gatos. Jugaba con renacuajos, alimentaba a las gallinas que tenía por entonces mi abuela y que las mantenía más firmes a un pequeño grupo de legionarios. Pero también echaba de comer a los cerdos (con mucho miedo) y hasta trataba de ordeñar a la vaca. Nunca lo conseguí.

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Escucha el silencio

El traqueteo de un tren puede incitar al sueño, la lectura, o los más tecnológicos pueden hacer uso de los móviles y otros dispositivos de última generación. Todo puede ser posible, siempre que no haya un niño de por medio. O al menos, no uno como mi Luisete, que es como un pequeño tornado; cuando llega él, desaparece la calma y la tranquilidad.

Mi pequeño es ya de por sí algo nervioso, así que me pareció que el transporte más adecuado, para viajar a la playa y mantenerlo entretenido, sería el viaje en tren. Pero creo que me equivoqué. Luisete estaba tan excitado por irse a la playa que se despertó a las dos de la mañana con un:

-Mamá, ¿es de día?

-No, vuelve a acostarte.

Cinco horas más tarde se despierta de nuevo al oír movimiento por casa:

-Papá, ¿es de día?

-No, vuelve a dormirte.

Cuando un par de horas más tarde fui a despertarle, pude comprobar que las ansias por irse a la playa le hicieron levantarse como un resorte sin remolonear un ápice. Estaba tan contento que desayunó y se vistió con una celeridad asombrosa, propia de un anuncio de televisión. He de decir que albergo la esperanza para que esa escena no caiga en el olvido y pueda revivirla todos los días a partir del mes de septiembre. Cosa harta improbable, por no decir imposible.

20160724_122652Al llegar a la estación de trenes, mi hijo de cuatro años, gritaba a pleno pulmón:

-¡Me voy a la playa!

Estaba pletórico y no hubo quien no se enterara. Arrastraba su maleta nueva de ruedas, «como los mayores», y con la otra mano el carrito de los juguetes de la playa. Imposible pasar desapercibidos.

-¡Me voy a la playaaaa!

-Ya veo, ya -respondió una señora alegre (supongo que porque sabía que no iba a coger el mismo tren).

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El Dinosaurio de Natura

El otro día mi cuñada entregó el dinosaurio de la tienda Natura a mi hijo. Para los que no lo sepáis, es un huevo de tamaño normal, vamos que si te descuidas lo echas a la sartén sin darte cuenta o lo pones a hervir. La diferencia es que al ponerlo en agua no flota, a pesar de no ser apto para el consumo, sino que a los dos días comienza a crecer el dinosaurio que hay en su interior hasta romper por completo la cáscara que lo envuelve y aparece el bebé dinosaurio como un pollito al salir del cascarón.

20160217_185435En el momento en que se lo entregó a mi hijo Luisete, mi cuñada le dijo cómo proceder para que «naciese» y después añadió:

– De aquí saldrá un dinosaurio que crecerá y será tu amigo.

Palabras erróneasTenía que haber dicho que saldría un muñeco, nada más.

Ya sabéis que los niños se quedan con cada palabra y además, mi hijo es de los que analizan hasta el más mínimo detalle. Por lo que nada más llegar a casa me urgió para que lo metiese en agua mientras él se ponía de puntillas agarrado a la mesa para conseguir que sus ojillos llegasen a la altura del vaso y, así se quedó un rato con su mirada pegada al vaso con el fin de no perderse ningún movimiento.

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Resolución de conflictos ¿pacífico o violento? ¿gruñón o pasota?

Los adultos influenciamos en los más pequeños de múltiples formas, en la gran mayoría sin darnos cuenta siquiera de ello. Nuestra personalidad, nuestra forma de ser y de comunicarnos con los demás la hemos aprendido desde la edad más temprana, unas veces imitando comportamientos y otras a base de nuestras propias experiencias con el paso de los años. De esta forma hemos ido desarrollando nuestra forma de ver la vida y de actuar ante las adversidades.

Los niños, al igual que nosotros en su día, han de aprender por sí solos, cometiendo sus propios errores, evitando copiar los errores de los demás, que a tan temprana edad son difíciles de apreciar, con mayor motivo si el modelo a seguir somos sus padres, que como seres humanos que somos, cometemos errores. En ocasiones los progenitores, tratando de enseñar, mediamos en los conflictos de los más pequeños, resultando ser una mala influencia y un error.

Pero nunca es tarde para seguir aprendiendo, máxime si las lecciones nos las dan los más pequeños. A continuación os dejo la anécdota que tuvo lugar hace dos días y en la que mi hijo Luisete hizo una demostración de la resolución de conflictos de la manera más sencilla y pacífica imaginable.

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El perro es lo primordial

Los padres se vuelven locos por tener nietos, aunque no lo reconozcan. Tanto es así, que si no tienes hijos pero tienes perro, tenlo claro: pasas a un segundo plano.

No sé si lo habréis experimentado, pero en mi caso (y tengo conocimiento de que no soy la única), antes de tener a Luisete, llamaban por teléfono para preguntar por el perro. Es el caso de mi madre, que habitualmente me llamaba y lo primero que preguntaba era:

– ¿Cómo está el Peluche?

Le llamo Peluche, porque recién lavado tiene un indudable parecido a un esponjoso osito de peluche. El caso es que ofende que pregunte por el perro antes que por mi, así que le contestaba de mala gana.

– Yo bien, gracias.

Entonces, para mi sorpresa, respondía:

– Pásamelo al teléfono, que quiero decirle algo.

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La culpa es de la ola de calor

El calor sofocante nos afecta en exceso, desestabilizando nuestro sistema nervioso central. Estamos más nerviosos, cansados e irritables. Nuestro cuerpo se calienta, pudiendo aparecer los dolores de cabeza, vahídos y hasta la visión borrosa. El aumentando de la temperatura corporal puede inducir al calentamiento de nuestras palabras y nuestros actos.

Toda esta introducción es la forma que tengo para explicar la anécdota que presencié hace tres días en la puerta del supermercado del centro comercial. Uno de esos lugares en los que se está a salvo del calor propio de  estas fechas.

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Conversaciones entre niños

Las conversaciones entre niños son ingeniosas, inocentes y sumamente divertidas, por lo que resulta inevitable detenerse a escucharlos. Siempre se aprende algo de ellos.

Os dejo las anécdotas de esta semana. Espero que os gusten.

La primera de las anécdotas tuvo lugar el día de Nochebuena, momento de reunión familiar. Después de cenar el pequeño Luis y su primo, que en unos meses cumplirá los cinco años, siendo dos años mayor que mi hijo, enseguida se pusieron a jugar y charlar entre ellos.

Mientras rodaban los coches por el suelo Luisete comentó:

– Te he puesto una multa.

Y su primo, con cara de extrañeza, le preguntó intrigado:

– ¿Qué es una multa?

Luisete muy serio, sin apartar los ojos de su juguete, respondió:

– Una multa es cuando te envían a la cárcel.

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