Una oleada de crímenes azota la Abadía catalana de San Benito. Su máxima responsable, la abadesa Inés de Osona, incapaz de resolver la sucesión de muertes acaecidas entre sus muros, solicita la ayuda de la sagaz monja navarra Constanza y del mismísimo rey don Jaime I. Ambos acudirán solícitos, éste último acompañado de su mujer doña Leonor de Castilla junto a todo su séquito de damas de compañía, entre ellas, la joven princesa Violante de Hungría que eclipsará los sueños del rey.



