Me sonaba haber oído algo acerca del clásico Fahrenheit 451 y, cuando leí en la contra que quemaban libros porque “leer obliga a pensar”, ya no hubo vuelta atrás. Imposible decir que no a Ray Bradbury.
Sinopsis
Fahrenheit 451 cuenta la historia de un sombrío y horroroso futuro. Montag, el protagonista, pertenece a una extraña brigada de bomberos cuya misión, paradójicamente, no es la de sofocar incendios, sino la de provocarlos para quemar libros. Porque en el país de Montag está terminantemente prohibido leer. Porque leer obliga a pensar, y en el país de Montag está prohibido pensar. Porque leer impide ser ingenuamente feliz, y en el país de Montag hay que ser feliz a la fuerza…
Mi opinión
El título escogido, Fahrenheit 451, es porque esa es la temperatura a la que el papel de los libros se inflama y arde.
Después de este inicio, ¡quién no quisiera proseguir! Y si además continúa con una cita de Juan Ramón Jiménez: “Si os dan papel pautado, escribid por el otro lado”, todo un clamor a la rebeldía, no hay más opción que coger con ímpetu la lectura.
La novela está dividida en tres partes en las que nos pone en antecedentes sobre quién es Guy Montag, el protagonista, un bombero que disfruta de su trabajo y no es apagar fuegos, sino provocarlos siempre que haya un libro de por medio.
Si bien, una noche de regreso a casa se topa con una joven adolescente, Clarisse McClellan, muy rara
“Tengo diecisiete años y estoy loca. Mi tío dice que ambas cosas van siempre juntas”
Su personalidad le provoca curiosidad y desconcierto
“Ella no quería saber cómo se hacía algo sino por qué”
A la vez que no entiende cómo desde su casa tan brillantemente iluminada se escuchan risas serenas y desbordantes, para nada forzadas. Le parece inaudito que sus vecinos ¡conversan!
“Pero ¿de qué charláis?”
Este punto me parece visionario. Hoy en día es habitual encontrar reunidos a un grupo de jóvenes en el que, todos ellos, se encuentran con la vista fija en la pantalla de un móvil. Sin él, parece que están perdidos.
“Nadie tiene una idea original”
En su casa, su mujer vive pegada a las pantallas de televisión. Sí, en plural, pues es la decoración de sus paredes. Lo que le “aporta” una felicidad aparente.
“Nos embrutecen tanto que, al terminar el día, solo somos capaces de acostarnos”
“Nadie conoce a nadie”.
Sin embargo, la realidad pasa factura y cuando un día, el protagonista, encuentra a su mujer en un estado de inconsciencia al ingerir el frasco de pastillas para dormir, algo le sacude por dentro.
Estos dos hechos junto a que una mujer prefiera morir con sus libros, le hacen reflexionar
“Uno no se sacrifica por nada”
“un libro es un arma cargada… Quémalo. Quita el proyectil del arma. Domina la mente del hombre. ¿Quién sabe cuál podría ser el objetivo de un hombre culto?
Y producen un pequeño punto de inflexión en el protagonista, que comenzará a tomar consciencia de cuanto ocurre a su alrededor y estallará en busca de una salida.
“Si no quieres que un hombre se sienta políticamente desgraciado, no le enseñes dos aspectos de una misma cuestión, pues le preocuparás; enséñale solo uno”.
Me ha parecido un libro sorprendentemente actual y aterrador al mismo tiempo. Máxime teniendo en cuenta que en la época en la que está escrito no había móviles, con el cambio tecnológico y cotidiano que ha supuesto semejante avance. No hablemos ya de la IA. La sociedad ha cambiado notablemente en los últimos y no para mejorar, sino para convertirse en dependiente y adicta de una información constante e inmediata.
“La mente del hombre gira tan aprisa a impulsos de los editores, explotadores, locutores que la fuerza centrífuga elimina todo pensamiento innecesario, origen de un pérdida de valioso tiempo”.
Además, de la falsa imagen de perfección y felicidad que nos aportan los personajes públicos, modelos a seguir para los más jóvenes.
“Todo hombre debe ser la imagen de otro. Entonces todos son felices porque no pueden establecerse diferencias ni comparaciones”
La cada vez menos exigente formación académica, que sólo precisa autómatas que trabajen sin pensar, porque pensar puede resultar embarazoso y molesto.
“Los años de universidad se acortan, la disciplina se relaja, la filosofía, la historia y el lenguaje se descuidan; la gente se expresa cada vez peor a tal punto que apenas se recurre ya al uso de las palabras para comunicarse. La vida es inmediata, solo el empleo cuenta, el placer lo domina todo después del trabajo. ¿Por qué aprender algo, excepto apretar botones, accionar conmutadores, encajar tornillos y tuercas?”
“No somos importantes, no somos nada. Algún día, la carga que llevamos con nosotros puede ayudar a alguien. Pero incluso cuando disponemos libremente de los libros, mucho tiempo atrás, no supimos sacar provecho de ellos”.
El libro me ha parecido francamente bueno, no tanto por la historia en sí, que nada tiene que ver con las actuales estructuras ni desarrollo de personajes, sino por las reflexiones que aporta su contenido distópico y desolador, que tan presente está en nuestras vidas y que muchos prefieren no darse cuenta y mantener la mirada en la pantalla, sumidos en el más fácil conformismo
“Soy uno de los inocentes que podría haber levantado la voz cuando nadie estaba dispuesto a escuchar a “los culpables”, pero no hablé y de este modo me convertí, a mi vez, en culpable (…) rezongué unas cuantas veces y luego me sometí porque ya no había otros que rezongaran o gritaran conmigo”
Mientras que otros están tan ensimismados que, cuando lo hagan, será demasiado tarde. Por ello, para finalizar, y en relación con esta cita
“No se puede obligar a la gente a que escuche. A su debido tiempo reaccionarán, preguntándose qué ha ocurrido”.
Novela: Farenheit 451
Autor: Ray Bradbury
Categoría: Ficción distópica/clásico
Recomendación: Al igual que me sucedió con Un mundo feliz, no es un libro que llame la atención por su estructura, personajes ni giros argumentales, que es el tipo de novela que estamos más habituados a leer, sino que es una novela que deja su poso por las reflexiones que esconde.
Un clásico siempre es recomendable.



