Esta semana, en el club de lectura, hemos hablado del ruso, Fiodor Dostoyevski. Sí, a contracorriente con la literatura rusa. En concreto, del relato El sueño de un hombre ridículo, escrito en 1877 y, como no podía ser de otra manera, no me ha gustado. En condiciones normales poco podría decir del mismo, pero, después de escuchar los comentarios de mis compañeros, puedo confirmar que me siento como el protagonista, una mujer ridícula en busca de su sino.
Argumento
El protagonista es una persona solitaria, gris y anodina que no encuentra una razón que lo aferre a cuanto hay a su alrededor, por lo que decide que la mejor salida es acabar cuanto antes.
Mi opinión
Me siento decepcionada con este clásico. Supongo que en parte se debe a la historia en sí. Un hombre que no se identifica con nada ni con nadie, al que podemos llamar X, pues no tiene nombre, toma la decisión de poner fin a su existencia. Sin embargo, un 3 de noviembre, después de un sueño muy real, decide cambiar. La importancia del día es importante, ya que hay ocasiones en que sucede algo tan especial, que la fecha no la olvidas jamás.
No se sabe qué es lo que le ha sucedido antes a este hombre. Se desconoce el pasado, sólo el presente y aun así, no sabemos a qué se dedica ni qué le ha marcado tanto como para sentir esa indiferencia, abulia y desidia por la vida.
Es lo primero que leo de Dostoievski y no me ha marcado en absoluto. Es más, no he extraído las mismas conclusiones que mis compañeros. Como siempre, diferenciándome del resto, por si no me sintiera ya de por sí alejada de este mundo. Aunque, en determinado momento, he encontrado cierta similitud con el protagonista, un ser anodino, solitario e incomprendido al que el autor ni siquiera se molesta en poner nombre.
Como he mencionado anteriormente, he logrado sentirme como una mujer ridícula.
«Soy un hombre ridículo. Ahora ellos me llaman loco».
Es difícil encontrar la coherencia de este mundo y, cuando no se consigue entender, se intenta justificar con una negación: nada es real, todo es ficticio.
«De repente sentí que me daba igual que existiera el mundo o que no existiera en absoluto. Comencé a percibir con todo mi ser que nada existía a mi alrededor. (…) todo era una ilusión».
Todos nos hemos sentido así en algún momento de nuestra vida, que no entendemos cuanto nos rodea, no encontramos una finalidad a nuestra existencia y nos sentimos alejados del resto de los mortales. Hablo por mí misma cuando digo que esta distancia se ha acrecentado durante los últimos años.
Quizá sea mi forma de ver el mundo, mi atracción por lo paranormal y el misticismo en general lo que me ha hecho incidir en un extracto que me ha recordado al karma y la reencarnación, a la vez que me ha hecho cuestionarme: ¿por qué no recordamos vidas pasadas? ¿Cómo nos afectaría saber los pecados, errores y fallos cometidos en otra vida?
«si yo hubiera vivido antes en la Luna o en Marte, y hubiera cometido allí un acto de lo más atroz y deshonesto que el hombre pueda imaginar, y se me hubiera reprendido y deshonrado allí por él, (…) , continuara yo conservando la conciencia (…) ¿me daría todo igual o no? ¿Habría sentido vergüenza, o no, por aquel acto? Las preguntas eran ociosas, y estaban de más».
A partir de este momento el protagonista desvaría, no sabe si está despierto o está dormido. Palabras que se han puesto de moda en los últimos años.
«¡Si ese sueño me ha aportado la Verdad! Ya que una vez que has conocido y visto la verdad, es cuando reconoces que no hay otra, ni puede haberla, bien esté uno dormido o despierto».
“¡Y si he de vivir de nuevo…!”, (…) ¡En tal caso no quiero que me dobleguen y humillen!”.
Aun así, cree firmemente en lo que ha visto y comienza a entender.
«comprendí que sus conocimientos se llenaban y alimentaban de pretensiones distintas de las que nosotros teníamos en la Tierra, y que sus aspiraciones también eran completamente diferentes. (…) No tenían templos, pero sí un contacto vital e ininterrumpido con el Todo universal; (…) una unión aún más estrecha con el Universo.
Sin embargo, en última instancia, confiesa que él los pervirtió, aunque no nos dice cómo. Pero gracias a esa visión, cambia radicalmente su pensamiento y encuentra una causa en la vida:
«yo vi la verdad; yo vi y sé, que la gente puede ser maravillosa y feliz, sin perder la cualidad de vivir en la Tierra. No quiero ni puedo creer que el mal sea una condición normal en las personas. Y, sin embargo, ellos no paran de burlarse de esa fe mía. Pero ¿cómo podría no creer? Si yo vi la verdad;»
Esa causa, que llama la verdad, nos muestra el camino, que no es otro que el primer mandamiento cristiano; lo que me ha provocado buscar en Internet sobre la religión que profesaba el autor.
«Lo más importante es que ames a tus semejantes como a ti mismo, y eso es lo fundamental; creo que no se necesita nada más».
En definitiva, El sueño de un hombre ridículo es un relato corto que se lee en una tarde y en él nos habla de encontrar la espiritualidad, el fin mismo de la vida y la forma de alcanzarlo.
«Si todos lo desearan, las cosas cambiarían al instante«.
Por eso no dejará de predicar
«¡Y seguiré adelante, seguiré!»
Relato: El sueño de un hombre ridículo
Autor: Fiodor Dostoiesvski
Categoría: Narrativa/Relato corto
Recomendación: La lectura no me ha dejado poso. Ni me parece sorprendente, ni llamativa, aunque hay que tener en cuenta que nos separan dos siglos. A pesar de ello, sí que me ha hecho sentir en determinado momento esa empatía hacia su protagonista ridículo e incomprendido.



