El día de ayer no comenzó como hubiera imaginado. Todo fue debido a que nada más levantarse el pajarito se agachó en posición sospechosa y, antes de que me diera tiempo a preguntar:
– ¿Quieres hacer pi..?
El pajarito salió corriendo. Fui tras él y, por poco, resbalo y caigo. Ya había evacuado. Había rebosado el pañal y los dos pijamas que llevaba puestos.
Ya era tarde, pero aún así, senté al pequeñajo en el orinal y fui a fregar el desaguisado. Apenas había acabado escuché su ansiosa voz, gritando:
– Mamá, mamá…
Una vez más fui corriendo para pararme en seco en la puerta del salón. Pegué un grito de horror al ver la escena escatológica, no apta para todos los públicos: