El calor sofocante nos afecta en exceso, desestabilizando nuestro sistema nervioso central. Estamos más nerviosos, cansados e irritables. Nuestro cuerpo se calienta, pudiendo aparecer los dolores de cabeza, vahídos y hasta la visión borrosa. El aumentando de la temperatura corporal puede inducir al calentamiento de nuestras palabras y nuestros actos.
Toda esta introducción es la forma que tengo para explicar la anécdota que presencié hace tres días en la puerta del supermercado del centro comercial. Uno de esos lugares en los que se está a salvo del calor propio de estas fechas.