Las hijas de la tierra (Alaitz Leceaga)

Me atrajo la portada de Las hijas de la tierra, me preguntaba qué podía encontrar en su interior tras esa portada tan enigmática en la que aparece una mujer con pelo del color del fuego con una urraca entre sus manos. Y así me decidí por leer esta segunda novela de Alaitz Leceaga.

Argumento

Una tierra maldita.
Una mujer dispuesta a luchar por el poder.
Un gran misterio que debe salir a la luz.

Año 1889, La Rioja. Hay quien dice que una maldición se ciñe sobre los viñedos, secos desde hace años, de la finca Las Urracas. Mientras las grandes bodegas de la región comienzan su edad dorada, Gloria -la joven hija del propietario- languidece en la vieja mansión familiar, viendo aproximarse otro otoño sin cosecha.

Sometida a la autoridad de una tía cruel y un padre ausente, Gloria verá cambiar su vida de un día para otro cuando tenga que ponerse al frente del negocio familiar. Será entonces cuando comience una larga batalla que la enfrentará a los bodegueros y caciques locales, que no conciben tener como rival a una mujer. Y menos a una que pone en duda sus viejos privilegios.

Con la ayuda de sus hermanas, Gloria luchará por recuperar el esplendor de sus viñedos, al tiempo que se adentra en los secretos que esconden las habitaciones cerradas y los campos muertos de Las Urracas. Bajo la sombra de una maldición que solo al final sabremos si es cierta, las mujeres de esta novela lucharán, sin miedo a nada ni a nadie, por el poder que les pertenece.

Mi opinión

Llegué hasta Las hijas de la tierra buscando disfrutar de una lectura lenta y pausada, de esas que te sumerges entre sus páginas y tardas en levantar la cabeza. Y, efectivamente y por suerte, ha sido así.

La novela está ambientada a finales del siglo XIX (1898) en el pueblo ficticio de San Dionisio, ubicado en La Rioja, en la finca de Las Urracas, donde viven los Veltrán-Belasco, sus tres hijas son conocidas como las endemoniadas, llevan el demonio dentro, porque comentan que desde que nacieron los viñedos comenzaron a secarse y la tierra dejó de ser fértil. Además, los fantasmas que recorren la casa por las noches y susurran al amparo de la noche canciones infantiles.

«Todo esto no son más que historias que nos han repetido. Mentiras para que tengamos miedo hasta de nuestra sombra y así poder controlarnos»

Estas tres hermanas (Gloria, Teresa y Verónica) son casi invisibles, viven apartadas de la vida social, bajo la férrea disciplina de la tía Ángela, una institutriz un tanto sádica, que las educa para no llamar la atención, mantener el decoro y poder conseguir un marido en el futuro. Cohibidas, asustadizas e indefensas estas tres hermanas tienen su propios demonios contra los que luchar y muchas adversidades a las que hacer frente, pero cual gusano de seda, poco a poco sufren una metamorfosis.

«El dolor necesita un tiempo para despedirse de nosotros y marcharse»

Los personajes son variados, además de las hermanas se encuentra el hermano mellizo Rafael, el primogénito varón al que se prepara para dirigir la bodega, mostrando la sociedad patriarcal de la época. También la figura de los hermanos franceses Vinicio y Denise ponen de manifiesto las diferencias en cuanto a mentalidad y lucha de derechos fundamentales en el país vecino. Jimena Izquierdo, la alcaldesa, juega un papel de lucha personal y poder junto con su hermano Inocencio, al tiempo que se muestra el caciquismo existente en los pueblos. Diana, la vinatera, malhablada y rebelde. Miguel, ese personaje lleno de secretos («Todo el mundo tiene un secreto: secreto e inconfesable…«) que nos muestra el Eguzkilore, la flor de protección del País Vasco.

Las hijas de la tierra es una novela de ficción que trata sobre una saga familiar llena de misterios («El mundo está lleno de misterios«), secretos, mentiras, engaños, desafíos, luchas y supersticiones. Pero sobre todo, es una novela feminista y reivindicativa del papel de la mujer en la España del siglo XIX.

La lectura es ágil, amena y muy fluida con ese punto esotérico que tanto me gusta y que encarna la hermana pequeña de las Veltrán-Belasco, al poseer un poder de precognición (al que sus hermanas sorprendentemente no dan importancia) y una extraña habilidad para comunicarse con las abejas.

Por otro lado, me ha parecido encontrar un par de puntos que me chirrían. El primero de ellos es que se defendiese hablando inglés. Desconozco, si la familia a la que pertenecía, y la institutriz, su tía Ángela poseía don de lenguas, aunque me parece poco factible en aquella época. Posiblemente esté equivocada. El segundo punto es que, hacia el final de la novela y sin intención de entrar en detalles para no destripar la obra, en una misma página, apenas separado por veinte líneas hay una pequeña incongruencia al explicar cómo una persona acudió a ellas porque era la única casa en la que había luz y poco más abajo, da a entender porque ella plantó cara a su captor.

Para concluir, me gustaría resaltar una frase que tiene que ver mucho con la envidia del ser humano.

«Una de las cosas más valiosas que he aprendido en la vida es pasar desapercibida. Si los demás te ven como un gran enemigo, siempre habrá quien intente acabar contigo»


Novela: Las hijas de la tierra
Autora: Alaitz Leceaga
Categoría: Narrativa
Recomendación
: Es una novela entretenida, que atrapa, y es preciso leer con calma.

1 comentario

Archivado bajo Narrativa

Una respuesta a “Las hijas de la tierra (Alaitz Leceaga)

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