La crisis acucia y despierta el ingenio con el fin de conseguir unos ingresos extras, rebuscando en baúles hasta encontrar algún objeto con el que hacer un poco de limpieza y al mismo tiempo conseguir un beneficio económico por ello.
A partir de aquí os cuento mi pequeña incursión en el intrincado mundo que esconde la compra- venta de artículos de segunda mano.
No sé si lo habéis probado, de no ser así, no os perdáis mi experiencia, aunque os advierto de que quizá desistáis antes del comienzo, porque es un mundo en el que no existe la vergüenza.
Para comenzar con esta aventura, acudí a una de las tiendas de compra venta de segunda mano que han proliferado en los últimos años más que las setas tras la época de lluvias, y ahí descubrí que existen muchas formas de atracar. En algunas te das cuenta cuando te roban la cartera, en otras el regateo se convierte en un contrato leonino que raya la vergüenza ajena.
Por esos artículos que llevé con toda mi ilusión, que mantengo guardados como oro en paño, me ofrecían tal miseria que no me daba ni para pagar el autobús.
Hasta aquí hemos llegado. No abusaréis de mí. Adiós buenos días.
Frustrada por no poder sacar rentabilidad a mis bienes y harta de ver a Pilar Rubio comprando una guitarra en una página de segunda mano, me decidí a buscar más suerte a través de la red.
Qué de sorpresas me llevé y qué de personajillos descubrí en el campo que estaba a punto de explorar donde palabras como «no acepto cambio por nada» o «se ruega seriedad» me llamaron la atención en un principio. Sin embargo pronto me percaté de a qué se referían los anunciantes más resabiados en la materia. Ya que por teléfono y correo electrónico las personas pierden la seriedad y no se sonrojan tratando de reducir a más de la mitad de su valor.
El otro día intentaba vender una estantería de Ikea que no tengo dónde ponerla. Así que la anuncié en un portal de compra venta de artículos usados. A las pocas horas ya tenía más de cincuenta visitas. En menos de una semana había recibido varias ofertas disminuyendo su valor en un tercio, incluso me solicitaron que la desmontase para poder transportarla mejor, indicándome que a la vuelta del fin de semana vendrían a por ella, si aún la tenía disponible. A la semana siguiente me pidieron que le rebajase diez euros porque había visto otra más barata.
Seriedad, por favor, seriedad.
En definitiva, me quedé con la estantería. A la noche siguiente recibí un mensaje de texto a las doce de la noche de una chica que estaba interesada en la estantería.
– ¿Es posible que me la traigas? -leo a través del whatsapp.
Sí, habéis leído bien. Pensaba que le podía entregar la estantería en su casa, a nada más y nada menos que unos 35 km de la mía. Es decir, que no sólo quería que le vendiera una estantería de Ikea a mitad de precio, sino que se la entregase en su casa montada.
¿No os parece un chollo? Pues va a ser que no.
No me ves la cara nena, pero ya te lo digo yo: No es de panoli.
En definitiva, la volví a publicar, para que se viera que se encontraba en las primeras posiciones de búsqueda, volviendo a recibir otra proposición para que rebajase el precio porque sino consideraría la opción de ir a comprarla nueva a la tienda.
¿Es una amenaza?
Eso sí, al menos no me pidió que la desmontase. Pero como era de esperar, ahí no acabó la conversación, aún queda lo mejor. Le dije que no era posible rebajar el precio porque estaba prácticamente nueva. La respuesta fue la siguiente:
– «Gracias, ya he encontrado otra».
Estuve tentada de escribir un:
– Enhorabuena, echa la lotería que hoy es tu día de suerte.
Pero controlé mi tono sarcástico que no beneficia ni la venta ni mi estado de humor, aunque dudo que fuera eso lo que iba buscando.
Si creéis que sólo se rebajan muebles que puedan tener un precio más o menos alto, a pesar de ser de Ikea, no es cierto.
Hace unos meses vendí un bozal para perro. Me costó lo suyo. Estaba nuevo y lo rebajé a 4 euros. Aun así recibí propuestas para que lo donase a asociaciones de animales. Cuando por fin encuentro a alguien que quiere comprarlo, después de varios meses, me traslado 20 km para realizar la entrega y… espera, ¡Me intenta regatear en el precio!
¿Será posible?
¡Pero si me ha costado más la gasolina!
En definitiva, que el mundo de la compra venta de artículos de segunda mano no tiene desperdicio.
Y qué me decís de la compra. Pues he tenido dos ocasiones para meditar la falta de seriedad y la poca vergüenza que existe en este país. Un día quedé para ir a por una litera y ¿qué ocurrió cuándo le pregunté sobre qué hora quedamos?
– Ya la he vendido -me contesta.
– Gracias por avisar -replico con sorna.
– De nada.
Mis instintos asesinos se activaron y tuvo suerte de no haberme dado la dirección aún, puesto que hubiera ido en el instante para cargármela allí mismo.
La desgracia es que no ha sido la única, ya que cuando quedé en otra ocasión para ir a por la compra en cuestión. No me coge el teléfono y cuando por fin consigo contactar con ella me indica que no puede ser, que no es suyo, que es de su amiga y ésta ha decidido pensárselo. ¿¿??
¿Esto ocurre de verdad? pensaréis. Pues sí, señor@s, esto ocurre. Spain is different.
Sapos y culebras soltando por la boca, porque no me parece ni medianamente normal.
Por favor, un poquito de seriedad. Un poquito de por favor.
De verdad, que este mundo de la compra venta de artículos de segunda mano no tiene desperdicio, da para escribir un libro.
Pingback: Malentendidos | Morgana Huxley