Hemos perdido los valores éticos y morales. Y la educación, queramos o no, tiene mucho que ver en ello. Sinceramente creo que es cosa de todos. Para explicarme mejor quisiera compartir con vosotros una anécdota que ha tenido lugar en el día de hoy cuando acudí al colegio a recoger a mi hijo.
He llegado con el tiempo justo, como de costumbre, por lo que una vez más he tenido que aparcar lejos de la puerta con el consiguiente retraso.
Sin embargo no todos pensamos igual, ya que hay quien llega el último y decide aparcar en la propia puerta, lo más sencillo, aunque se salten a la torera las reglas mínimas de respeto y convivencia, por no decir las normas básicas de circulación. Este es el caso de una abuela que cada vez que va a buscar a su nieto a la escuela aparca en medio del paso de peatones, que coincide con la puerta principal del colegio. Ole ahí, enseñanza pura y dura.
Pero por desgracia no es la única. Hoy después de llegar corriendo y recoger a Luisete (sin olvidar la Ley de Murphy que cuando más tarde llegas antes le sacan de clase), subimos la cuesta y tras montarnos en el coche y sentarle en la sillita llegamos a la altura del paso de cebra. Como suele ser habitual había un coche aparcado en doble fila y con la puerta trasera abierta, mientras la madre y conductora acondicionaba a su hija en el asiento trasero, imposibilitando el paso de vehículos.
Me quedo parada esperando a que haga el amago de cerrar un poco la puerta y viendo que no muestra ni el más mínimo reparo ni intención de hacer movimiento alguno, bajo la ventanilla y le digo:
– Disculpa, ¿podrías cerrar un poco la puerta, por favor?
La mujer la cierra por fin y se vuelve hacia mí.
– Pues estoy abrochando a mi hija en el coche -me contesta de malas maneras alzando la voz más de lo necesario- como verás no estoy aquí por estar -replica mosqueada.
Como diría la canción: No solo cornudo sino apaleado.
Yo, que como dice Pepe soy de esas raras personas que está siempre justificando a la gente -(qué daño me hizo ver de pequeña «Todo el mundo es Bueno»)-, y que además no protesto para no encabronarme porque me genera un mal cuerpo horrible, no pude evitar contestarle porque su actitud tocó mi fibra sensible, así que dije elevando bien la voz para que me oyera alto y claro:
– Si aparcas mal, ¡encima no te quejes!.
Vale, hasta aquí podéis pensar que no tiene importancia. Pero no estoy de acuerdo pues yo también podía haber optado por aparcar en la puerta, obstaculizando el paso de peatones o en doble fila e ignorar el derecho a pasar del resto de conductores. Es más, imaginemos que vamos todos con esa idea. ¿No sería un caos?
Pero no es sólo eso. Es tener el descaro y la grosería de no reconocer nuestros errores (menos aún delante de nuestros hijos) y de no saber pedir disculpas. Por favor no se nos olvide que todos somos humanos y todos cometemos errores. Asúmelo, pide disculpas y agacha la cabeza. Un poquito de humildad que todos somos un modelo para nuestros hijos y para los hijos de nuestros amigos o vecinos. Todos deberíamos de utilizar ese mínimo de educación que hemos aprendido en casa y en la escuela.
Esa madre está enseñando valores como la soberbia, la prepotencia y el egoísmo, fomentando actitudes poco recomendables. Personalmente no creo que sean enseñanzas de cómo se quiere educar a un hijo, aunque no soy quién para decidir la educación de los hijos de otro, creo que la época en la que vivimos hemos dejado a un lado valores básicos de ética, moral, respeto, humildad… Parece que si no pasamos por encima de otro somos menos o más tontos.
No olvidemos que los adultos somos responsables de la educación de los hijos. No se puede dejar en manos de los profesores. No olvidemos que ellos enseñan y los padres educan. Pero en general, hemos de recordar que todos hemos de colaborar en esa tarea y dar ejemplo con nuestras actitudes. Somos ejemplos a seguir para los pequeños.
Por otro lado, me gustaría sacar a colación el caso de Aranzazu, ya que acabo de leer la noticia. Es, era, una menor que se ha suicidado tras ser acosada durante el periodo de un mes sin que nadie hiciera nada por evitarlo.
¿De quién es la culpa? De todos.
El sistema no sólo no lo ha impedido, sino que lo ha permitido, quedándose de brazos cruzados, mirando hacia otro lado. Ni la policía ha hecho más que solicitar la declaración de su presunto agresor. Un mes. Piénsenlo. Un mes sufriendo y no ha habido forma de proteger a Aranzazu. ¿De qué nos sirve la protección del menor? ¿De qué le ha servido a Aranzazu? ¿Quién la protege a ella?
No continúo hablando de la Ley del menor ni en general de la justicia española porque habría que abrir otro blog. Sólo me gustaría que meditarais como padres, hermanos, abuelos, tíos o amigos, ¿qué es lo correcto? ¿Nos quedamos de brazos cruzados cuando vemos una injusticia? ¿Qué enseñanza hemos recibido? ¿Qué queréis transmitir a las generaciones venideras?
La Educación cosa de todos.
D.E.P Aranzazu