En casa no manda papá ni mamá. Manda el niño. Ese renacuajo de menos de dos años es un auténtico marimandón. Se pasa el día ordenando a los demás donde se deben sentar y hasta lo que deben hacer. Así el otro día decía a voz en grito:
– Papá, mamón.
Pero, no penséis mal. No era un insulto, era una orden.
– Papá, mamón -repitió-. Partir.
Cogió la mano de su padre y tiró de él hasta llegar al lado de la pata del jamón que tenemos colocada sobre la encimera de la cocina.
– Papá, mamón -repitió nuevamente-. Partir.
Ante esa inocente sonrisa su padre no tuvo otra opción que ponerse a cortar unas finas lonchas para el pequeño renacuajo que, paradójicamente, cada vez que ve el cuento de los tres cerditos y al lobo lanzarse a por ellos, dice:
– Malo, malo- mientras suelta la mano hacia la pantalla del ordenador, tratando de pegar al lobo. Pero eso sí, mientras tanto él engulle el jamón.
Si tu supieras canijo que te estás comiendo al cerdito…
¿Quién es el malo?