Tras la decepcionante lectura de 7 vidas, he pospuesto la lectura de La Confesión durante casi un año. Finalmente, me he decidido a arriesgar en la lectura de una de las últimas novelas de John Grisham.
El argumento se centra entre las ciudades de Topeka y Slone. En la primera se encuentra el pastor luterano Keith Schoreder, que recibe la extraña visita de Travis Boyette, un presidiario que disfruta de libertad condicional, a pesar de los graves delitos cometidos en el pasado, debido a un tumor en el cerebro en fase terminal. En la segunda ciudad, Slone, se encuentra preso Donté Drumm, el cual será ejecutado en pocos días, a menos que nadie lo remedie, como autor material de la muerte de la joven Nicole Yarber nueve años atrás.
La inquietante confesión del criminal, Travis Boyette, a Keith Schoreder como culpable de la violación y muerte de la joven, generará un profundo conflicto en el pastor. Si cree al presidiario y le lleva ante las autoridades texanas cometerá un delito grave al ayudarle a quebrantar la condicional. Pero, si no lo hace, la vida de un joven inocente corre peligro. Ante esta disyuntiva se encuentra Keith que vivirá la semana más trágica e impactante de su vida.
Tras la lectura de esta novela John Grisham vuelve a colarse en el listado de mis escritores favoritos. En esta ocasión pone de relieve las deficiencias del sistema penal norteamericano, en el que predomina la incompetencia, falta de pruebas, falso testimonio y una declaración bajo coacción como medios suficientes para juzgar a un inocente. Además, el autor critica severamente al estado de Texas, que se jacta de llevar a cabo el mayor índice de condenas a la pena capital en todo EEUU.
Escoger una frase para destacar no ha sido tarea fácil, de modo que me he decantado por un par de citas:
«La muerte crea extraños vínculos»
«Siempre queda algo bueno de todas las tragedias»
Novela: La Confesión
Autor: John Grisham
Categoría: Intriga
Recomendación: Para todos aquellos a los que les guste disfrutar de una novela en la que se traten temas legales y, por supuesto, a incondicionales de John Grisham.