Llevo un día de perros. Es posible que el origen sea lo poco que descansé la pasada noche. El «pajarito» me despertó a las 3:30 de la madrugada, y estuvo dando vueltas en la cuna hasta las 5:45, hora en que decidió cantar (en su idioma):
«Quinto levanta tira de la manta…»
Y desde entonces, hasta ahora, ha sido un incesante ir y venir, de locos. Comenzando por el momento en el supermercado, en el que me sacaron los colores al ser denegada la operación de compra con tarjeta.
Seguidamente fue comer en un tiempo récord para atender al «pajarito», es decir, dormirle. Tardé una hora. Sí, una horita de reloj con él en brazos, ahora arriba, ahora abajo, probemos la cuna, un poquito de balanceo, y ahora el carrito.
Sí, ¡por fin, ha caído!
El carrito es milagroso. El mejor regalo de Reyes que jamás haya existido. No puedo evitar mi entusiasmo y sonrío de oreja a oreja orgullosa de, al fin, haberlo conseguido. Pero, mi alegría duró lo mismo que el sueño del «pajarito». Cinco minutos.
El telefonillo vibró y el perro decidió avisarme con ladridos, por si no me había percatado de la interrupción. Con los nervios a flor de piel descuelgo el telefonillo para recibir el cada vez más habitual sonido a esas horas:
«Caltelo comelcial«
Supongo que os imagináis lo que pasa por mi cabeza a esas alturas:
«Como baje te meto la propaganda por el rollito de primavera».
Pero no, me contuve y contesté de malos modos un:
«No, gracias«.
Eso sí, el golpetazo del auricular al colgar no lo pude evitar. Mi tensión iba en aumento. Solo me quedaba probar con salir a pasear en el carrito. Por norma general, se calma.
Pero, no puede ser todo tan fácil. Fue abrir la puerta de casa y verificar que estaban arreglando el ascensor. No me dio tiempo ni a sacar el carrito. Pero, ¿cuándo se había estropeado? Vuelta atrás y a hacer tiempo pasillo arriba, pasillo abajo. Fueron quince minutitos de espera. No mucho, pensaréis. Si no fuera porque al salir todos a la calle (carrito y perro incluido)… Atención, ¡¡comienza a lloviznar!!
Vuelta rápida a la manzana, empujando el carrito con la mano derecha (el perro atado al carrito), y con la izquierda, el paraguas. La digna imagen de mami multiusos. Por supuesto, que el momento cumbre fue cuando al perro le llegó el momento All-Bran. La fotografía del año. Por lo menos, sé que he robado más de una sonrisa.
A estas alturas tengo claro que tengo que depurar el karma. Maldito día de perros.