A principios de semana conocimos la sentencia del Tribunal de Arbitraje Deportivo en la que se imponía una sanción polémica a uno de nuestros grandes ciclistas españoles, Alberto Contador, el que fuera ganador del Tour de Francia en el 2010 y del Giro de Italia en el año 2011. En la controvertida sentencia se le destrona de ambos títulos, y además, se le inhabilita para competir hasta el próximo 5 de agosto de 2012, perdiendo de este modo la posibilidad de disputar las competiciones que tendrán lugar este año, entre las que se encuentran los ansiados JJOO, el Tour de Francia, y el Giro de Italia.
Esta decisión tomada por el Tribunal de Arbitraje Deportivo supone la sanción más alta pese a basarse en probabilidades. Así como suena, es probable que se haya dopado con clembuterol. Es probable. La prueba ha desaparecido, se la comió el ciclista madrileño, quedándose sin recursos para poder probar su inocencia. El corredor se sometió al polígrafo como instrumento de prueba en balde. Esa cantidad ínfima de clembuterol, 50 picogramos, que no es posible de probar cómo llegó a su sangre (el famoso filete, una transfusión…), le ha condenado a un apartado lugar lejos de competiciones durante una temporada. Adiós a la presunción de inocencia.
Me imagino que Contador, a estas alturas, recordará para el resto de su vida el filete que degustó en Irún el fatídico 21 de julio de 2011. ¿Será capaz de volver a comer carne en una competición?
En todo caso, lo que preocupa no es esta decisión arbitral desproporcionada, sino que se haya desatado un ataque indiscriminado y carente de fundamento por parte de la cadena de televisión Canal + Francia. No sólo contra Alberto Contador, sino también contra otros deportistas españoles de élite como Rafa Nadal, Iker Casillas o Pau Gasol.
Solo puedo entender esta afrenta como un alarde de corrosiva envidia por parte de nuestros vecinos galos, sobre todo, teniendo en cuenta los abrumantes éxitos del deporte español de los últimos tiempos, que han superado con creces a los franceses en todos los ámbitos. Sobra decir que, el público del estadio Roland Garros es el único en todo el mundo donde se abuchea a nuestro tenista más internacional cuando triunfa. Supongo que ganar los títulos propios hieren profundamente el exacerbado orgullo galo.
Sí, las estrellas españolas despuntan y, al mismo tiempo, generan uno de los sentimientos más ruines, la envidia, que pone en evidencia una carencia.
«La envidia es una declaración de inferioridad» (Napoleón Bonaparte).
«La envidia en los hombres muestra cuán desdichados se sienten, y su constante atención a lo que hacen o dejan de hacer los demás, muestra cuánto se aburren».