Después de quince días de estrés vacacional se acabaron Las Navidades. Ya podemos liberar nuestra agenda de compromisos y dar por finalizada las comidas copiosas, el beber desmesurado y la ingesta de dulces propios de estas fechas tales como mazapanes y todos aquellos que acaban en «ones», polvorones, turrones, bombones y roscones.
Por fin ha tocado la hora de recogerse. Adiós a la tensión de las reuniones familiares ¿Dónde toca la cena este año con tus padres o con los míos?. En estas fechas se producen la mayor parte de las rencillas familiares. En muchas ocasiones motivadas por un exceso de alcohol en sangre.
También los Reyes Magos se han ido de vuelta a medio Oriente. Es cierto que tienen muchas cartas para leer, pero al menos podían ponerse al día la próxima vez, más que nada, para evitar que regalen bombones a quien está de dieta. Una bufanda a quien no utiliza. O unas sales de baño a quien no dispone de bañera. Lo cierto es que todos hemos recibido algún presente propio del día de los Santos Inocentes, pero sólo queda la opción de sonreír y dar las gracias.
Es tiempo de recoger los adornos navideños y comenzar los buenos propósitos del nuevo año como acudir al gimnasio, aprender un idioma, o dejar de fumar.
¿Y qué me decís de los gastos? Por mucho que nos liberen los Reyes Magos, gastamos con desenfreno. Ahora toca subir una de las peores cuestas del año, la de enero. A menos que os haya tocado la lotería, claro. Ese sueño recurrente que viene a mí durante el mes de noviembre y se evapora como de costumbre al anunciar el décimo premiado el Día de Reyes. Sin embargo, sigo siendo una ferviente creyente. Cada año sueño que me va a tocar. Por supuesto, que tengo el presentimiento de que el año de mi éxito se acerca cada vez más.
En fin, lo dicho, por fin se acabaron las Navidades.