Susana paseó la mirada por la habitación hasta encontrarse con la figura de su abuelo. Sentado en el sofá mantenía la mirada perdida en algún punto de la alfombra.
Eran los únicos que se encontraban en la estancia. Se hallaban en completo silencio, con el único sonido de fondo del amortiguado ruido de los coches tras los amplios ventanales acristalados. A través de los cuales, se divisaba una terraza repleta de macetas de rebosantes y florecidas plantas.
– ¿Vives por aquí cerca?
La pregunta de su abuelo la pilló de sorpresa. No se había percatado de que había levantado la cabeza, y la observaba con inocente curiosidad.
Susana no supo qué responder. Le miró con los ojos llenos de nostalgia, recordando los largos paseos que daban por el parque, cuando ella era pequeña, y apenas abultaba un par de palmos del suelo. Sin embargo, él no recordaba nada de eso. A esas alturas de la enfermedad ni siquiera sabía su nombre.
Susana tragó saliva con dificultad. Cada vez que acudía a ver a su abuelo se le encogía el corazón de desdicha.
– No vivo lejos -respondió resignada-. Al otro lado del parque.
Él asintió con la cabeza y retornó la mirada hacia la alfombra. Posiblemente estaría tratando de recordar de qué parque se trataba.
Susana se volvió hacia la ventana evitando mantener todo tipo de contacto visual con su abuelo. Sentía la obligación moral de ir a visitarlo, pero cada vez que acudía salía con el corazón destrozado.
Su abuela apareció en el salón con una bandeja de pastas y un vaso de leche.
– Es hora de merendar -dijo depositando la bandeja sobre la mesa.
– Pregúntale a la señorita si quiere algo -le indicó el abuelo.
Susana permaneció en silencio mordiéndose el labio inferior para evitar soltar alguna lágrima. Ni siquiera se acordaba de quien era, por mucho que les habían presentado hace un rato.
– ¿Cómo que la señorita? -replicó la abuela, poniendo los brazos en jarras-. Es tu nieta. ¿No te acuerdas de ella? – extendió el brazo en su dirección para mostrar más ímpetu-. ¡Es Susana!
El abuelo miró confuso a su nieta. Sus ojos buscaban en el rostro de aquella joven un atisbo del recuerdo, que se había perdido por los recodos de su mente enferma. Pero, por más que buscaba no lograba dar con ese recuerdo perdido.
– Será mejor que meriendes algo -intervino la abuela-. Aún estás dormido.
Tanto la abuela como Susana sabían que aquella afirmación no era cierta. El abuelo seguiría perdiendo tanto su memoria, como sus facultades motrices, sin poder ponerle remedio.
El abuelo se fue en paz hace tiempo. Olvidando su nombre y el de su mujer, con la que había compartido sus bodas de oro.
Susana no lo vio partir. No se despidió, aunque estaba segura de que no habría servido de nada. No sabría identificarla. Pero, al menos, en su mente quedará siempre la imagen de su abuelo como cuando era pequeña. La de aquel hombre que la veía triunfar, tocando la guitarra, bailando sevillanas, sonriendo a la vida, ante todo, sin perder la esperanza.
«El recuerdo es el perfume del alma».George Sand
Ayer, 21 de septiembre, se celebró el Día Mundial del Alzheimer, una enfermedad neurodegenerativa que afecta a personas mayores de 60 años, aunque también se han dado casos en menores de 40.
Es el tipo más común de la demencia que se caracteriza por una pronunciada pérdida de la memoria. Aunque además, existen otros síntomas como la confusión, desorientación en lugares conocidos, colocación de objetos fuera de lugar, y problemas con el habla y/o la escritura.
Es una patología de evolución lenta. Desde que aparecen los primeros síntomas hasta que se inicia una etapa de mayor gravedad pueden pasar años, dependiendo de cada persona, entre 5 y 20. Por el momento, no existe ningún tratamiento que revierta el proceso de degeneración.
Existen Diez Señales de advertencia para tener en cuenta:
1. Cambios de memoria que dificultan la vida cotidiana
2. Dificultad para planificar o resolver problemas.
3. Dificultad para desempeñar tareas habituales en la casa, en el trabajo o en su tiempo libre.
4. Desorientación de tiempo o lugar.
5. Dificultad para comprender imágenes visuales y cómo objetos se relacionan uno al otro en el ambiente.
6. Nuevos problemas con el uso de palabras en el habla o lo escrito.
7. Colocación de objetos fuera de lugar y la falta de habilidad para retrazar sus pasos.
8. Disminución o falta del buen juicio.
9. Pérdida de iniciativa para tomar parte en el trabajo o en las actividades sociales.
10. Cambios en el humor o la personalidad.
¿Qué más os puedo decir del Alzheimer? Tan solo que:
No quiero perder mis recuerdos del pasado. De los mágicos momentos vividos. Porque siempre será mejor recordar lo feliz que he sido, e incluso he padecido, que olvidar todo lo vivido.