Bruno está solo

Los primeros rayos de luz aparecen por el horizonte despertando a Bruno de su letargo. Comienza a desperezarse lentamente, mirando a su alrededor presa de un pánico atroz ante lo desconocido. Ha sido una noche larga en la que ha dormido a la intemperie. Estaba aterido de frío, acongojado por el miedo y atenazado por una profunda agonía.

¿Dónde estoy?

Matorrales y hierbas altas por encima de sus ojos le impiden vislumbrar en la distancia. Estira un poco el cuello para atisbar en la lejanía, la espesura de los árboles de un bosque cercano. Es incapaz de distinguir la presencia de ningún humano a km a la redonda.

Intenta estirarse y alzarse lentamente, pero descubre con espanto que todos los músculos de su cuerpo están doloridos. Por primera vez busca el origen de tanto dolor, y localiza horrorizado un rastro de sangre que  le recorre el costado de lado a lado. El reguero continúa su camino hasta llegar a manchar el suelo con espesas gotas de líquido rojo tras de sí. Se mueve con dificultad entre gritos agónicos de dolor, y gemidos lastimeros.

No recuerda cómo llegó ahí.

Completamente desorientado intenta ubicarse en un espacio que nunca antes había pisado. Un sonido que es apenas zumbido de aire llega hasta sus oídos en alerta. Se gira bruscamente, en acto reflejo, en busca del origen del ruido, recibiendo en contrapartida un intenso y agudo dolor en el costado. A sus espaldas hay una carretera comarcal. Los vehículos pasan a gran velocidad continuamente a una distancia prudencial.

¿Qué ha ocurrido? ¿Cómo ha llegado aquí?

Bruno tan solo recuerda que era de noche cuando se había montado en el coche junto con toda la familia. El coche le gustaba, porque podía disfrutar del aire que se filtraba por la rendija de la ventana, ondulándole el pelaje. También le gustaba sacar su hocico por el hueco de la ventana y admirar el paisaje.

Recuerda que la noche anterior viajaban a su lado los niños, estaban profundamente dormidos. Entonces hicieron una parada en el camino. Bajó a husmear aquel terreno nuevo antes de que lo hicieran los pequeños. Tenía que explorarlo previamente, por si había algún peligro. Apenas se entretuvo unos segundos en unos matorrales un poco apartados, cuando se dio la vuelta le vio a él, su amo, montándose con prisas en el coche. Salió velozmente perdiéndole la pista en la distancia. Todo quedó nuevamente oscuro.

¿Qué le había asustado? Él no había detectado nada.

Intentó avisarle de que podían volver, que todo estaba en orden. Él lo había comprobado. Pero sus ladridos se perdieron en el silencio de la noche. Corrió con furia tras el coche y…

Sí, ahora lo recuerda nítidamente.

Unas luces salieron de la nada, y sintió un golpe sordo y seco, que le atizó en el costado, lanzándolo por los aires cayendo lejos de la carretera. Todo pareció nublarse. Tenía mucho frío.

¿Dónde estás amo? Vuelve. Estoy malherido.

 

El pasado fin de semana tuve la desgracia de comprobar el primer perro abandonado del verano. Se encontraba escarbando en la basura, y al acercarnos salió huyendo despavorido, perdiéndose en la oscuridad de la noche. Por lo visto, no estamos lo suficientemente concienciados de que un animal no es un juguete de usar y tirar, cuando nos hemos cansado de él.

«Nos reímos del honor y luego nos sorprendemos de encontrar traidores entre nosotros».
 Clive Staples Lewis (1898-1963) Escritor británico

 

Todos los años se abandonan animales de compañía por estas fechas. Momento en el que nuestras mascotas parecen enturbiar las vacaciones. A pesar de que, cada vez existen más alojamientos que permiten la estancia de animales. Si estás planificando tus vacaciones, antes de realizar la reserva, consulta si aceptan animales.

Otra opción, si no dispones de la inestimable ayuda de familiares o amigos que se queden con tu mascota, piensa en las residencias de animales. Ante todo, no dejes que el abandono sea una opción.

«En el amor desinteresado de un animal, en el sacrificio de sí mismo, hay algo que llega directamente al corazón del que con frecuencia ha tenido ocasión de comprobar la amistad mezquina y la frágil fidelidad del Hombre natural».
Edgar Allan Poe (1809-1849) Escritor estadounidense

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