Me encuentro solo. Sentado en la fría y vacía sala de hospital. Entre las blancas paredes, se distingue un reloj de aluminio que me acompaña marcando las horas con incesante tesón. La aguja palpita en cada segundo con un leve y perceptible sonido que revoluciona mi pulso, ya de por sí agitado.
¿Cuánto hace que entró?
He perdido la noción del tiempo. Podrían ser horas.
¡Qué larga es la espera cuando influye el corazón!
Al final del pasillo las puertas del quirófano se abren repentinamente. Por ellas aparecen un par de enfermeras que se aproximan, charlando alegremente entre sí, sin prisa. Oigo sus voces pasar por mi lado sin mirarme siquiera, como si fuera una parte más del escaso mobiliario de esta improvisada sala de espera.
Estoy tan nervioso que sólo soy capaz de escuchar los latidos de mi corazón. Apenas llegan a mis oídos retazos de su parloteo. Para mí sin ningún sentido. No soy capaz de escuchar su charla. Ni siquiera trato de entender sus palabras que no cesan ni por un segundo. Tan solo oigo cómo se apagan sus risas al alejarse por el pasillo. Finalmente desaparecen por completo al girar la esquina.
El sonido del frenético palpitar de mi corazón me recuerda que vuelvo a estar solo. Me levanto y comienzo a pasear sin rumbo fijo. No puedo dejar de posar la vista una y otra vez en las separación de las frías baldosas del suelo, siguiendolas en un interminable avance. Perdiéndome en ese conglomerado de líneas rectas que avanzan sin fin. Contemplo estas fatídicas líneas que me atrapan como lo haría una telaraña con un insecto. Por un instante, olvido que estoy preocupado por tí, que has entrado dentro de ese quirófano hace horas.
Mi mirada deambula por estas desnudas paredes que llevo horas observando. Alzo la vista, para comprobar que el reloj de pared marca las 11:00.
¿Por qué tardan tanto?
No sé si es mejor sentarme o permanecer levantado. Pero, me aposento finalmente frente a un cartel desgastado que advierte de la prohibición de fumar.
No fumo, pero ahora mismo sería capaz si no…
Las puertas se abren de nuevo. Es el doctor. Se quita la mascarilla y el gorro con una sola mano. Me busca con la mirada con ojos cansados. Estoy convencido de que no ve de lejos.
Estoy aquí. Solo. Quisiera gritarle, pero no lo hago.
Me incorporo de un salto. Pero no puedo moverme. Estoy tan nervioso que creo que me voy a desmayar si no me estalla antes el pecho. El médico no se percata de mis nervios. Se acerca con paso lento y decidido. Aguanto la respiración. Involuntariamente cruzo los dedos y cierro los ojos en una muda plegaria.
Pero mis oídos no tardan en escuchar sus palabras:
– Enhorabuena –dice sonriente-. Son mellizas.
El Día 15 de mayo se celebra el Día Internacional de la Familia. La Asamblea General de las Naciones Unidas estableció este día, con el fin de crear una conciencia de la importancia de las relaciones familiares y su influencia en la creación de valores en las uniones familiares.
En este 2011 el tema central de este día gira en torno a la «Lucha contra la pobreza de las familias y la exclusión social«.