Como si de un pirata me tratase, voy en busca de mi cofre del tesoro, lleno de monedas del éxito que, hace cosa de dos años, me vaticinó una vidente. Me explico:
En un momento de aburrimiento y por pura coincidencia, llegué a un bar donde una «bruja» estaba leyendo la buena fortuna. Yo, que soy una ferviente creyente y respetuosa de todo lo desconocido, me encaminé hacia la mesa para que desplegase todos los arcanos sobre el tapete.
La adivina, invocando al futuro laboral oculto entre la baraja extendida, me informó, leyendo y releyendo las cartas, unas breves palabras:
–Vas a tener éxito -musitó sin levantar la vista del tablero-. Sí, mucho éxito.
En mi más profunda devoción por aquella predicción, que repitió en un par de ocasiones más, no se me ocurrió indagar en profundidad. No deseaba tentar a la suerte, no fuera que siguiera leyendo entre líneas y, de repente, saliera un mal augurio. Así que me levanté en aquel mismo instante de la mesa, profundamente agradecida, y más hinchada que un pavo real.
El destino me sonreía, aunque fuera «a dos años» como indicó la pitonisa. En todo caso, era un buen presagio. Ya me llegaría mi turno. Aprendería a esperar…
Pues aunque el tiempo pasa lentamente, ha llegado el momento y ahora me pregunto si le puedo ir a reclamar. Me tenía que haber informado, primero, que me iba a quedar sin trabajo. Esa parte no sé si la leyó o no quiso desvelarla al ver mi radiante sonrisa.
Claro que si, por otro lado, partimos de la premisa del desempleo, es bastante más fácil si tengo ahora éxito, ¿no? Primero llega la destrucción laboral, para después resurgir entre las cenizas, como el ave Fénix.
Pero no, no me dijo nada. No sólo eso, por aquí no veo visos de encontrar empleo, que es lo más preocupante.
Así que, sin indicios de dónde voy a encontrar mi suerte, he estado buscándola entre el euromillón, la lotería y boletos varios. Pero no era ahí. De hecho, he perdido hasta lo que he jugado.
La he buscado entre páginas web de búsqueda de empleo, pero hasta el momento tampoco ahí la he hallado.
Ahora, la bruja parece que se ha evaporado. No ha vuelto al bar para que pueda reivindicarle mi éxito. No sé dónde la puedo encontrar, para ir a protestarle por su fallo en la predicción. O, al menos, solicitarle una pequeña ayudita, ¿dónde encontraré la suerte?
-Deme una pista, señora bruja, que yo no dispongo de bola de cristal…